viernes, 6 de enero de 2012

Dr. Rehab al rescate. Hoy "Carrete, carrete, carrete".

Imagine, querido lector, que una noche sale de juerga con sus amigos y decide acompañar la mano con un vaso, y el vaso con bebida, y la bebida con pisco. Usted baila, corretea, se ríe y chupa como orilla de playa, uno tras otro (imagine, le estoy diciendo, no sea como nosotros y se ponga a experimentar) hasta que el alcohol le disuelve las neuronas y todo se vuelve un remolino loco de zumbidos, los bajos de la música retumban en todas partes, no distingue a una rubia espectacular de un metalero decolorado con agua ras... Pero ella lo saca de su confusión apenas usted suelta algún piropo seductor, extraído de su poema favorito de Benedetti (porque de pronto, también es más culto) y trata de acariciarle suave, pero enérgicamente, uno de los cachetes: le mandan un cornete que dejaría al mismo Superman llamando a su mamá.
Pero no hay problema, porque hoy también anda con super-resistencia y no le duele, es más, nunca había estado tan contento, ni despreocupado.
Habla con todo el mundo, son todos simpáticos y lo comprenden como nunca, lo acompañarían a todas. ¡Chitas que hace calor! Y nuestro querido y maduro lector se saca la chomba. Y todos se la sacan con usted...



El despertar en la casa de su compadre es brutal. Primero, le duele todo, especialmente las rodillas, que están raspadas, la garganta y el estómago. Tampoco entiende porqué está sin polera, sin pantalones, sin zapatos y sin un calcetín, cuando, hasta donde recuerda, sólo se sacó el chalequito para refrescarse un poco... Estaba pasándolo tan bien.
¿Pero sabe qué, lector? El pisco no es su mejor amigo, lo es de hecho, el cristiano que recogió su culo apagado de tele, lo metió a un taxi antes de que se siguiera humillando a sí mismo y lo recibió en su casa para que su mina/madre no vaya a pegarle con el uslero.
¿Y sabe qué más? El pisco, si es que es un amigo, es de esos que uno aguanta a veces, y por poco rato, porque bien luego empiezan a hablar tonteras y uno pierde la cabeza.
Porque apenas usted hizo pasar el licor por su delicada garganta, se montó en un carro al que hay que subirse con responsabilidad. Le cuento: para digerir alimentos, su estómago cuenta con ácidos gástricos tan fuertes que le podrían abrir un hoyo en la guata... de no ser por las mucosas que lo cubren y protegen; el alcohol erosiona esas mucosas, les dice que son feas y las hace llorar.
Por eso la acidez. Y no olvide, tampoco, que anoche usted vomitó todo ese revoltijo alcohólico-ácido-tallarinesco y tiene las rodillas peladas porque llegó de golpe a rendirle pleitesía al trono de loza.
Eso pues, no olvide. El alcohol inhibe los receptores de glutamato, un neurotransmisor de su cerebro responsable de la memoria y el aprendizaje, lo pone tonto. Y esa es sólo una de las cosas que le gusta hacer cuando se le sube a la cabeza.
  • Interactúa con neurotransmisores como dopamina y serotonina, afectando sus emociones y procesos cognitivos.
  • Estimula los receptores de opioides y nicotínicos; es decir, lo relaja como la morfina y lo vuelve adicto también (sí, el nombre es parecido por la nicotina del tabaco).
  • A largo plazo disminuye la cantidad de materia gris (si no sabe, googlee, no estamos en clases de neurología acá) y puede incluso dañar los lóbulos frontales del cerebro.
  • Ya que disminuye la producción de vitamina B12, el borrachín puede llegar a desarrollar la enfermedad de Korsakoff, que dañará su memoria, pensamientos y emociones.
¿Pero cómo puede ser así, si se sentía tan bien? El alcohol es engañoso, acelera algunos sectores de su cabeza y lo pone eufórico, hace latir más rápido su corazón, dilata los vasos sanguíneos y le da calor; por eso cree que los rusos pasan el inverno tomando vodka. Error. Como los capilares (venas delgaditas bajo la piel) se dilatan e irrigan mucho, toda esa sangre caliente que se expone al frío del ambiente retornará rápidamente a su cuerpo, cambiando drásticamente la temperatura. Cuidado con los resfriados. Por otro lado, el trago vuelve a otro sector de su cuerpo mucho más lento y estúpido, como el responsable de controlar las inhibiciones, modular bien y sentir lo que le pasa; por eso aguantó costalazo tras costalazo (su equilibrio tampoco era el mejor) y recién ahora siente el cuerpo apaleado.
Además, sea consciente de que con apenas un vaso suavecito de piscola su visión periférica se reduce en un 30%, imagine cuando ya lleva varios... transparentes de todo el copete que puso. Ajá, de ahí el ojo morado.
Moraleja de este doctorsillo: Sea consciente lector. Pregunte, no a los amigos, sino que a gente experta, cuáles son los verdaderos riesgos de copetearse, más allá de que le digan que es niñita. Y vea este video.

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